La semana pasada, John Oliver de la serie “Last Week Tonight” de HBO causo un gran impacto de nuevo cuando él entrevistó al filtrador del documento de NSA Edward Snowden en Moscú.
Mientras que las filtraciones de Snowden pueden ser noticias viejas, el debate central que plantearon es sobre cuánta vigilancia doméstica debe ser tolerada en la era moderna del terrorismo que aún no se ha resuelto a nivel nacional.
Es un debate que tiene que pasar y rápidamente.
El 1ero de junio, la Ley Patriota, promulgada primero en octubre del 2001 en respuesta a los ataques terroristas del 9/11, se vencerá. Esta pieza controversial de la legislación da agencias gubernamentales da una gran cantidad de poder para investigar y perseguir las amenazas a la seguridad nacional.
Este es el acto que dio la NSA la autoridad para recopilar datos sobre los ciudadanos estadounidenses, prácticamente destrozando cualquier pretensión de privacidad garantizada a los usuarios del internet.
En cualquier tema, hay muchas caras y facetas para explorar. Muchos miembros de nuestro personal no tienen ningún problema al sacrificar su privacidad por el bien de la seguridad nacional. Aún así, el tipo de poder que la NSA ejerce ostensiblemente en defensa de la seguridad es preocupante para no solo algunos de nosotros.
La “Goldilocks paradox” es familiar para cualquier estudiante de ley: los legisladores deben tratar de promulgar compromisos entre las preocupaciones que son “justas” para mantener el orden en cualquier sociedad civilizada.
En este caso, un mundo perfecto de privacidad sería imposible de controlar y proteger. Renunciamos a la privacidad a la policía local todos los días cuando hay sospechan probables de causa y órdenes de detención.
Un mundo de perfecta seguridad tampoco es deseable, ya que da demasiado poder a nuestro gobierno para abusar facilmente. Las sociedades de pesadilla de George Orwell “1984” o los “Los Juegos del Hambre” de Suzanne Collins cuentan el precio de construir una nación perfectamente segura.
En este caso, como en cualquier otro caso que enfrentan nuestros legisladores, un compromiso considerado “justo” se debe buscar. Ese compromiso sólo se puede encontrar después de un largo y vigoroso debate en el que se exploran todas las partes de la cuestión en el ojo del público.
Desafortunadamente, el público se aburre demasiado fácil cuando se habla de la seguridad nacional, o cualquier asunto político. El mismo John Oliver demostró esto cuando le pregunto a transeúntes en Times Square si sabían quién era Edward Snowden.
Los resultados fueron desalentadores, por no decir menos. Los pocos que reconocieron el nombre no podía recordar que fue lo que hizo, o por qué tuvo que buscar asilo en el extranjero.
El personal del Signpost está dividido en cuanto considerarlo a él como un traidor, un héroe o alguien en el medio.
Sin embargo, sentimos que nuestro electorado debe saber quién es el antes de hacer cualquier juicio para bien o para mal. Y saber sobre Snowden es sólo el primer paso en educarse en temas de seguridad nacional y la forma en que se entrelazan con las preocupaciones de privacidad.
Además, algunos miembros de nuestro equipo están preocupados por el impacto ambiental que las actividades de la NSA provoca. El periodista local Ben Winslow informó el año pasado, que el centro de datos de la NSA en la ciudad Bluffdale usa entre 2 y 4 millones de galones de agua cada mes para enfriar las computadoras que sostienen grandes cantidades de información reunida por la agencia.
Mientras que las propuestas han sido escuchadas en nuestra legislatura estatal que limita la cantidad de agua que el centro de NSA utiliza, no se ha tomado ninguna acción en el tema desde que la sesión legislativa que terminó en marzo.
Si la NSA tiene que espiarnos, por lo menos deberían hacerlo correctamente.
Translated by Ana Reyes
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